Anna Sverkos
martes, 9 de septiembre de 2008



[Piso franco]


Anne
se encontraba leyendo un libro tirada en el sofá, con la televisión encendida pero en mute.
Estaba sola. Ludvik había salido a dios sabe qué, aunque Anna sospechaba que, si andaba aburrido, posiblemente había ido a molestar a Maru a su apartamento. Vaya par, pensó, algún día me volverán loca.

- Es muy problable que en un caso así, el demonio no desaparezca, aunque se encontrará visiblemente aturdido y debilitado. El siguiente paso sería utilizar nuestro mejunge antes de que recobrara fuerzas. En menos de diez minutos habrá sido reducido, aunque no volverá a los infiernos desde los que salió, le será prácticamente imposible poseer de nuevo a una persona. - Anne tomó unas notas en su agenda y continuó leyendo. - Esta clase de demonios son comunes en las zonas más pobladas, pero independientemente de las posesiones, son bastante inofensivos.

La muchacha bostezó.
Cerró el libro de golpe, y el estruendo le sobresaltó. Vaya estúpida, asustarte tú misma...
Pero su cuerpo ya estaba en tensión, sus sentidos agudizados y atentos a cualquier señal de alarma. Era ridículo que pudiera pasar algo en aquel lugar, protegido hasta la saciedad con los extraños conjuros de su hermano que a veces dejaban fuera incluso a Maru. Pero más valía prevenir que curar.

Se puso en pie y miró a su alrededor; todo parecía estar como siempre y suspiró.
Apagó la tele sin mirar que estaban echando, y miró el movil. Nada. Dudó unos instantes antes de marcar un número que hizo que la pantalla se iluminara. Tono, tono, tono, chasquido. - ¿Lud? ¿Dónde andas? -.

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10:41:00 a. m.
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septiembre 2008