Conjunta Alexander Karolus Grigorev + Alena Hajeck
martes, 9 de septiembre de 2008

[en Night Club "La Conejita"]
1ª parte

Al mirar a los ojos y los sensuales labios de la muchacha, Alexander notó una especie de atracción salvaje y comedida. Se dejó guiar por la chica a otro punto del bar, donde pidió a una compañera que le sirvieran.

- Pareces cansada. ¿Te apetece sentarte un poco? -dijo, señalándole el asiento junto al suyo, con una sonrisa conciliadora. -Soy nuevo en la ciudad, y no es cuestión de tomarse algo completamente solo.

Alena sonrió. Sentarse un rato le pareció la idea más genial que podía haber. Pidió a la camarera de la barra un chupito de tequila (puesto que solo se podían sentar con los clientes si éstas bebían a cuenta del cliente y se acercó al chico, sentándose en la silla indicada y cruzándose de piernas, mirándole analizadoramente.

-¿Y qué te trae a una ciudad como Praga? -Alena dejó el chupito a un lado. -O mejor dicho... ¿Qué te trae a un -Bajó la voz, mirando a su alrededor para percatarse de que ninguna otra conejita la escucharan; y es que, querido lector, uno de los defectos de los humanos es la envidia y el egoísmo. -antro asqueroso como éste?

Alexander comprobó que la mochila estaba junto a su asiento, a buen recaudo. Si alguien la registraba, podría meterse en problemas. Esta acción no pasó en desapercibido para Alena, quien debió pensar que llevaría ahí algo de valor.

"La muchacha no tenía ganas de beber. Normal, teniendo en cuenta que si se emborrachaba demasiado podría ser presa fácil de estos babosos" Mientras esos pensamientos recorrían la cabeza de Alexander, acercó el chupito de tequila de Alena a sus labios y se lo bebió, haciendo posteriormente lo mismo con el suyo. Con una sonrisa, se encendió un cigarrillo, que le quemaron en la garganta tras los dos tragos de tequila.

-Bueno... Tengo un pequeño negocio de distribución, y nos estamos expandiendo. Como vine a Praga hace unos años, y algo de checo sabía... -Alexander calló: se estaba inventando demasiados detalles. -Y el resto es historia.

Alena se mantuvo en silencio, escuchando al chico atentamente y contemplándole. Con una sonrisa maternal, observó como bebía. Es comprensible ahogarse en alcohol el primer día que vas a una ciudad nueva, donde no conoces a nadie...

Alexander se mantuvo a una distancia prudencial de Alena: Ni demasiado lejos, ni demasiado cerca.

- ¿Y tú, aparte de trabajar aquí, a qué te dedicas?

Con una mano en el mentón y apoyado el codo en la mesa, sin dejar de mirarle, Alena le respondió, buscando las palabras perfectas:

-Bueno... Estudio en el instituto... Pero para pagarme las clases, debo trabajar... Y no hay ningún otro sitio donde me cojan... -Bufó molesta. Era conocido por todos que la humana odiaba ese asqueroso trabajo. Además, por culpa de la ropa que les hacían llevar, muchos la tachaban de prostituta. Cosa completamente falso, al menos, según ella.

El interés de la chica hacía sentir a Alexander en su salsa. Pero la mención de la palabra "instituto" le echó un poco para atrás, aunque sin dejar de ser encantador. No era su estilo acostarse con menores, carne de cañón para trabajar en garitos de esta clase en los países del este de Europa.

Con cierto desagrado, le vino a la mente la única vez que se dejó engañar. Tuvo que escapar de un pueblo a 100 kilómetro de Bucarest, dejando a una presa sin cazar. De haber estado con el señor Grigorev y Vassjily, le habrían crucificado en la siguiente parada, sin duda.

Alena
borró su expresión de hastío y esbozó una nueva sonrisa. "Realmente sexy", pensó, mirando al cazador de delante suya. Sonriendo con comprensión, el chico dio una calada a su cigarrillo, mientras la escuchaba. Por un segundo se desvaneció su mirada escrutadora, casi devoradora. Pero no tardó en volver, a la vez que lanzaba una nueva pregunta.

-¿Qué edad tienes? ¿20? ¿25? -Enarcó una ceja. Demasiado joven como para pudrirse por alcohol y tabaco. -Deberías dejarlo...

-Bueno... debería -dijo él, mirando su cigarrillo -, pero tanto tiempo de un lado a otro, en la carretera, haciendo negocios... Empecé como algo social, y ahora es algo difícil. Me relaja, me libera del estrés.

Con la pregunta de la edad, simplemente sonrió, y le lanzó una mirada clara de "¿cuántos me echas?".

No puede evitarlo y Alena estalló en carcajadas ante su clara mirada, risa que ahoga con una mano.

Alenxander no pudo evitar sentirse que se había quedado con él, a juzgar por su risa de joven bromista. Sus ojos, sus labios, su cabello, hasta su voz... Todo irradiaba sensualidad, y un ligero deseo.

No había pasado por alto, a vista de Alena, que su mirada de sagaz devorador había desaparecido al escuchar "instituto", pero hizo como si no me hubiera dado cuenta. Y es que, a veces, hay que parecer menos espavilada de lo que realmente se es. Y más en estos sitios...

-Hmmm... Te echo unos... ¿23? -Enarcó una ceja, esperanzada. Guardo silencio durante un rato. Su mirada, que casi podría estar desnudándola, aunque de forma diferente a esos borrachos; había vuelto. No pudo evitar sentirse más que interesada en él.

-Casi aciertas, tengo 24 -respondió él, complacido por su buen ojo. -Tú debes tener unos 18, ¿me equivoco?

Alena le miró sorprendida. Ni que pudiera leerle el pensamiento... o le conociera. Eso le hizo incomodarse ligeramente, pero decidió hacer caso omiso.

-Acertaste de lleno. -Susurra, ladeando ligeramente la cabeza y sonriendo

-Un momento... -Susurró a su oído, dirigiéndose a la barra y cogiendo otra jarra de cerveza, a la par que dejaba los chupitos ya vacíos allí.

-El chico de la mesa 7 precisa de mi presencia. -Le explicó la chica a la conejita de la barra, para que no se pensaran que estaba haciendo lo que justamente hacía: saltarse el curro. Vuelve hacia la mesa del chico y le da la jarra. Agradecido, Alex le dio un buen sorbo.

-Para despistar. -Le guiñó el ojo con picardía. -Invita la casa. ¿Y cómo te llamas, joven distribuidor?

- Alex, Alex Petrov -Dijo, ofreciéndole la mano. -¿Y tú eres...?

Alena estrecha su mano delicadamente, notando la calidez de su piel. Durante un rato, ambos están con las manos estrechadas, sin ganas de soltarse. La mano de Alena despierta los sentidos del cazador, ligeramente aletargados por el alcohol. No la apartaba. Su sonrisa pasó de encantadora a seductora.

-Alena Hajek. Natural de aquí. -Sonrisa. -Petrov... ¿Eres de... Rusia? -Le mira de arriba abajo. No tenía pinta de Ruso. El estereotipo de los Rusos que Alena tenía en mente era de gente con pelo blanco, bigote poblado (Los hombres), ojos azules y... más feos que el sapo de su jefe. Y éste era completamente distinto.

-Bueno, Alena... nací en Rusia, pero he vivido en Turquía la mayor parte de mi vida -dijo, creando una media verdad.

Siguió con su mano agarrada con la del chico. No tenía nada de ganas de soltarle, la verdad. No sabía por qué, pero tenía ganas de seguir ahí. ¡Ah, claro! Era por no trabajar. Hablando de trabajar... Miró su reloj: ¡La hora de salir!

-Es hora de irme. Ya acabó mi turno. -Sonrió y le soltó la mano, por fin, levantándose. Le dedicó un guiño y lanzó un beso, girándose después y dirigiéndose a una puerta a mano izquierda, para ponerse la ropa de calle, fichar y salir de allí.

Alexander iba a continuar hablando cuando la chica miró su reloj y dijo que tenía que marcharse. Sonriendo, apuró su jarra. Se levantó, cogió la bolsa y dejó la cantidad justa para pagar su consumición. Acto seguido salió del garito, y se apostó a pocos metros de la entrada, controlando la calle.

Al cabo de un buen rato, Alena salió ya vestida de calle, por una puerta lateral del local. Caminó distraída hasta salir a la calle principal, mirando que en su bolso no faltara nada. Alzó la cabeza al comprobar que no le faltaba nada. Recordó justo entonces que no le había pedido el móvil a aquella mujer.

Pero se le fue de la cabeza. Tanto el móvil como la mujer se fue de su cabeza al volver a ver al chico. Esbozó una media sonrisa, divertida. "Que le den al puto móvil. Era de la zorra de Aleska". Haciendo como si no hubiera visto a Alex, Alena comenzó a subir la calle, esperando a que le detuviera.

Etiquetas: , ,


1:44:00 p. m.
6 comentarios



septiembre 2008